Traducción literaria

Un poco de historia

La historia de la traducción y de la interpretación es tan antigua, como es la historia de la humanidad, pues siempre ha habido comunidades, con costumbres propias y que a su vez eran distintas a comunidades vecinas, sin embargo debía de existir alguien que les ayudara a comunicarse.

Milenios antes de Cristo, la actividad del mediador cultural era mayoritariamente oral, algo muy normal porque no todos tenían acceso a la educación. Más adelante, cuando la civilización egipcia estaba en auge, contaban con una casta profesional de traductores.
Más adelante, la traducción adquiere cierta importancia en Occidente, en especial en Roma. Es en esa ciudad donde Cicerón hizo la primera gran aportación al ámbito de la mediación cultural. Fue el primero en definir dos tipos diferentes de traducción:

–     La primera hace referencia al intérprete. Esta forma de traducir exigía fidelidad

–     La segunda era el poeta u orador, quien debía traducir palabra por palabra.

No obstante muchos eruditos coinciden en que Cicerón no apoyaba la traducción literaria, sino que se inclinaba más por una traducción fiel, pero con tendencia a tomarse ciertas libertades.

Este hombre fue quien inició el debate sobre si es mejor una traducción literal o una traducción libre.

Cuando el cristianismo llegó a su punto más álgido, la palabra del señor debía difundirse. Así fue como traductores anónimos empezaron a traducir lo evangelios, pero conservando el estilo del original. En esta fase se refleja como los traductores toman conciencia de que conservar el estilo del texto original en el texto meta es importante para mantener la esencia del escritor original, sea quien fuere.

En este preciso momento de la historia debemos hablar de San Jerónimo. Fue el primer traductor conocido ya que, tradujo la Biblia al latín del pueblo (la Vulgata) desde el griego; pues ya habían sido traducidas del hebreo al griego por unos sabios desconocidos hasta la actualidad. Él pudo cometer errores que provocaron contrasentidos por hacer una interpretación errónea, incluso para tratarse de un texto religioso, como es el caso de: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos”. Muchos eruditos de la traducción bíblica coinciden que fue un error de traducción, debido a que San Jerónimo interpretó la palabra Kamelos como camello, mientras que tenía otro sentido que era el de cuerda/soga gruesa. También se destaca San Jerónimo porque fue la primera persona conocida en escribir sobre el método traductor. Que no sólo rechaza la traducción literal, sino dice que debemos traducir no palabra por palabra, sino sentido a sentido.

En la Edad Media la traducción goza de una importancia inmensa, ya que es gracias a esta tarea que se puede volver a la cultura clásica a la que tanto deseaban retornar. Esto se consiguió con la traducción de grandes obras clásicas griegas. En España la tarea de traducción se centra en ciudades importantes. En el siglo XII castas de traductores cristianos, musulmanes y judíos trabajaban como tal en la Escuela de Traductores de Toledo. Allí se realizaban traducciones en una primera época del árabe, pues eran una cultura muy avanzada en muchas ciencias, al latín y en una segunda época se empezó a traducir al castellano, gracias al impulso que el rey Alfonso X, el Sabio, le dio a la Escuela.

Gracias a las tareas de traducción, el conocimiento de la cultura árabe pasó de España a toda Europa. En esta época, coexisten dos tendencias claras de traducción: la traducción literaria para los textos religiosos y la traducción más libre para el resto de textos. Cabe destacar que los viajes colombinos se destacaron en ese momento. Necesitaba a alguien que les ayudara a comunicarse con los indígenas. A esa persona se le llamaba alfaqueque (1. m. Hombre que, en virtud de nombramiento de autoridad competente, desempeñaba el oficio de redimir cautivos o libertar esclavos y prisioneros de guerra. 2. m. Aldeano o burgués que servía de correo.). Además, no sólo era traductor, sino que ejercía tareas de funcionariado importantes para la época.

El Renacimiento es una época de revolución para la traducción. Este hecho se debe al descubrimiento de la imprenta y al nacimiento de las lenguas vernáculas. En el periodo de la exaltación del hombre, vemos como existe un rechazo por la latinización lo cual implicó que, junto con el auge de las lenguas del pueblo, la traducción se convirtiera en una actividad de gran importancia. Tal es su envergadura, que los traductores tiene el privilegio de poder dar las explicaciones y justificaciones sobre sus opciones de traducción en los prefacios, prólogos y cartas a los lectores. En los siglos XVII y principio XVIII se vuelve a retroceder, la literalidad vuelve a estar de moda y se consideraba que la traducción debía conservar el mismo número de palabras que el texto original. A finales del siglo XVIII y XIX, gracias a la expansión comercial y económica la traducción vuelve a tener un aumento de popularidad. A finales del siglo XIX, se vuelve de nuevo al gusto por la literatura, y los románticos coinciden y destacan la complejidad de la tarea de traducir. El siglo XX se lo denomina la era de la traducción, ya que no sólo existe la traducción de textos religiosos y literarios, sino que surge la traducción de textos especializados. Se empieza a traducir sobre economía, derecho, ciencia, etc. En los años cincuenta empiezan a surgir los estudios más exhaustivos de la traducción. Se acercan más a la ciencia de la lingüística, se reivindica la importancia del traductor en la cultura. A finales del siglo XX, la traducción se consolida como una ciencia propia.

En el siglo XXI, las carreras de traducción e interpretación empiezan a sobresalir. Sin embargo nadie sabe como el trabajo del traductor cada vez se desvaloriza más y todo se debe a la competencia desleal. Nos encontramos en una época en la las nuevas tecnologías nos ayudan a traducir, las computadoras se ponen de nuestro lado para aumentar nuestra productividad y eficacia. No obstante, las máquinas jamás podrán sustituir al traductor porque la lengua es el vehículo del pensamiento y ese elemento es lo que nos diferencia de ellas.

El traductor

El traductor tiene que saber escribir, profundizar en el escritor, saber el idioma del que traduce y el idioma meta, y traducir el mensaje y el sentido. Debe conducir al lector hacia el original traducido, manteniendo los aspectos culturales.

La idea más importante que un traductor debe tener en cuenta es que no hay que traducir palabra por palabra ya que puede tener un resultado extraño. Hay que ver más allá de la palabra, al nivel de la frase y del libro como conjunto. Las palabras son elegidas cuidadosamente, y hay que respetar el estilo del escritor. El traductor debe prestar atención tanto a la cultura de la obra original como a las normas estilísticas de dicha obra, el estilo del autor, la traducción de dialectos, y las normas del texto original, entre otras cosas.

Unos de los lingüistas más importantes son Ayala (1965) y Newmark (2002), opinan que el traductor debe fijarse en la estructura y saber escribir una novela.

Es muy importante ver las palabras y las frases como una parte del conjunto, y que no hay que desviarse mucho de la estructura del original. Cuando en la obra original prevalece la estandardización (ajustarse a un tipo o norma), también tiene que producirse este efecto en la traducción. Asimismo, cuando domina la polifonía, también se debe presentar en la traducción.

Aspectos que el traductor tiene que tener en mente:

-Las expresiones idiomáticas, que puede ser de interés para la traducción de proverbios. Las expresiones idiomáticas no siempre se dejan traducir literalmente, porque puede sonar raro o extraño.

-No puede modificar sin más el lugar, las costumbres y los nombres que aparecen en el libro.

-Algunas ideas se repiten por ser importantes, por ejemplo la de evitar la traducción palabra por palabra e intentar ver las palabras y frases como parte del conjunto.

– Prestar atención a las convenciones estilísticas del texto original y el estilo del autor.

Diferencias entre traducción de prosa y poesía

La traducción de prosa no es más fácil que la traducción de poesía, porque con ambas hay que prestar atención tanto a la estructura y las características estilísticas del autor original como a la obra como conjunto.

En las reglas de poesía, el ritmo y la musicalidad son de mayor importancia. Los diferentes lenguajes tienen diferentes ritmos, las palabras se alargan o se acortan dependiendo de la lengua. Hay idiomas que hacen un mayor uso de las vocales que otros. Los sonidos al hablarlos también son diferentes y todo esto hace que la partitura, que es una hoja de papel con contenido poético, cambie conforme a la lengua con la que se va escribiendo, y por lo tanto, también cambie el impacto en el lector y el contenido literario.

Tal vez el ejemplo más claro de lo anterior sea el uso de la rima. Aun cuando se logre que una traducción respete las rimas del original en cuanto a colocación, es de suma dificultad que también se pueda hacer coincidir la rima (en cuanto a signos y sonidos) en los dos idiomas.

Esto no quiere decir que las otras áreas de la literatura además de la poesía no se vean afectadas por esta situación. En la narrativa por ejemplo: la velocidad que se imprime al narrar es una forma de expresar o de dar a entender una situación. Una circunstancia que requiere de aceleración de la lectura como una persecución, no provocaría lo mismo en el lector si el lenguaje es pausado y lento. Una traducción puede caer en esto y hacer que el impacto de la obra literaria no llegue a una dimensión parecida a la del original.

Lo más difícil de traducir(según Mario Benedetti)

Si en algo estamos de acuerdo casi todos los traductores es de que dos de las cosas más difíciles de traducir, de y a cualquier idioma, son los chistes y los poemas. Los primeros, porque generalmente encierran juegos de palabras o vocablos con “doble sentido” que son prácticamente imposibles de transferir de un idioma a otro. Un ejemplo sería este “one-liner” (broma en una línea) en inglés:

“Did you hear about the guy whose whole left side was cut off? He’s all right now.”

Una posible traducción sería: “¿Te enteraste de ese chico al que le cortaron todo el lado izquierdo? Ahora está bien.” Esto sería correcto, entendible, pero sin gracia. En inglés, el efecto lo logra el juego de palabras que hace “right” como “bien” y a la vez como “derecho”. Quizás se pudiera crear algún juego de palabras con “derecho” en el sentido de “recto”, o incluso en el de las leyes… En fin, con cierto trabajo, un buen traductor podría lograr algún efecto gracioso. Pero nunca sería el mismo chiste.

La poesía encierra mayor dificultad todavía, ya que aunque careciera de rima en el original, o se decidiera no conservarla al traducir el poema, de todas maneras la composición involucra una métrica, una cadencia, un ritmo que difícilmente se pueda lograr al traducirlo. O se crearía un nuevo poema. Un poema es una combinación única de ciertas palabras -y no otras-, en una disposición única también. ¿Cómo pretender traducir eso? Pero, entonces, ¿todos deberíamos conocer la lengua de origen para poder leer un poema directamente en el original? ¿Cuántos idiomas deberíamos aprender? Imposible.

Cada idioma tiene su propios giros graciosos, sus propios dobles sentidos y juegos de palabras, y no es muy necesario traducir los chistes, ya que cada país o región tiene su propio estilo humorístico. Pero con la poesía creo que los traductores no tendremos opción: difícilmente podríamos conocer ejemplos de poesía rusa, clásicos griegos, sonetos latinos o haikus japoneses si algún traductor no se hubiera tomado alguna vez el trabajo de traducirlos. Y aunque el resultado no sea “perfecto”, creo que deberemos seguir intentándolo…

Problemas de la traducción literaria

El problema que se puede dar al traducir poemas de un idioma a otro es que las palabras en el idioma a traducir no siempre se acoplan a la estructura del texto original, he ahí que muchas versiones en español de poemas en inglés tengan un contexto a veces absolutamente distinto al original. Otro problema sería el de la imposibilidad que puede tener el traductor a la hora de mantener el significado real de las imágenes retóricas y la belleza del poema cuando trata de hacer equivalencia de las metáforas o las rimas sin perder el sentido original. Por eso, muchas letras de poemas no se traducen tal cual, y a veces pierden el sentido de la primera versión. Además, la época en la que fue escrito el texto original puede ser un factor muy problemático, ya que el contexto histórico y cultural diferencia a cada texto del resto de ellos.

Enlaces interesantes:

¿Otra traducción literal? Damn! ¡Maldición!

http://blog.calamoycran.com/2011/09/13/cinco-errores-imperdonables-para-un-traductor-profesional/

http://www.planetlingua.com/errores-traducir-textos/

http://entretenimiento.terra.es/empresas-que-cometieron-errores-al-traducir-su-publicidad%2cde1f90f16c774410VgnVCM20000099cceb0aRCRD.html

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